sábado, 28 de mayo de 2011

PROGRAMAS E INVERSIÓN PARA EL DESARROLLO

Antes, las oscuras noches amazónicas se iluminaban con el turí, un madero que arde como una antorcha y fue la luz que alumbró la casa tradicional, ilumino los causes en las jornadas de pesca, la llama que adornó con sus trémulos destellos las noches de fiesta entre la magia de la danza y el sonar del carrizo.
Antes, cuando el hombre apenas empezó a dominarlo, el fuego tenía un  propietario, era el fogonero: alguien cuya misión era no permitir por ningún motivo, que su lumbre y su calor se extinguieran.
Después, los hombres blancos trajeron los mágicos inventos de otra ciencia, pequeños artefactos que estallan en la mano como rayos de juguete, luciérnagas atrapadas en un pequeño tubo y que proyectan una luz tan blanca capaz de enceguecer los búhos.
Ahora en la techumbre de las casas y en las casas y en los postes que guardan las calles de caseríos y pueblos amazónicos, cuelgan bombillos como cocuyos gigantes, que se alimentan del ruido infernal de las plantas eléctricas.
Mitú se ha convertido en una ciudad. Su crecimiento urbano y poblacional, demanda cada vez más y mejores servicios, oportunidades de empleo y seguridad, es decir, mejor calidad de vida. La construcción de la Microcentral Hidroeléctrica de Mitú, apunta a resolver uno de los nudos críticos para el desarrollo de Mitú, como es la falta de un sistema de tecnología moderna para la generación de energía eléctrica.
Durante los consejos comunales de gobierno realizados en Mitú durante los años de 2004 y 2006, se hizo referencia a este tema ante el presidente Uribe. Gracias al interés que despertó en su gobierno la situación energética de la capital del Vaupés y el compromiso que asumió la presidencia de la república frente a la comunidad mituseña, hoy se construye la Microcentral  Hidroeléctrica de Mitú.



Sobre las rocas milenarias, moradas de los antiguos dioses del pueblo cubeo, se construirá una obra de la era moderna, que pondrá a Mitú en materia de energía eléctrica en igualdad de condiciones al resto de las capitales de Colombia.

LOS RESGUARDOS INDÍGENAS



Desde principio del siglo XX, los pueblos indígenas de Colombia desarrollaron una intensa lucha para recuperar el derecho a sus territorios ancestrales. Muchos habían sido usurpados durante el proceso  de conquista y colonización. Con el ingreso del movimiento científico a Colombia, las ideas inicialmente plantadas por el escritor Jorge Isaac en 1884, en el sentido de reconocer la raza indígena, como parte de la naciente sociedad nacional, resaltando sus valores sociales y culturales tendrían una nueva dinámica y alcanzarían significativos avances.

El posterior surgimiento del Movimiento Bachue liderado por el pintor Luis Alberto  Acuña y un grupo de intelectuales que se hacían llamar los Nuevos, dirigidos por Luis Tejada  bajo las ideas de Rafael Uribe introdujeron en los círculos culturales y políticos del país, el debate sobre el tema de indianidad, es decir, el reconocimiento cultural y territorial, de las etnias indígenas, que habitaban el territorio cuando llegaron los europeos.  En 1935 se inician en el país las investigaciones etnográficas en la Guajira, Tierradentro y San Agustín y se funda el servicio arqueológico nacional. Gregorio Hernández de Alba, es recordado como pionero de la antropología en Colombia y exponente de la defensa de la indianidad en ese momento.
Maloka IPANORE
La realización el primer congreso indigenista interamericano celebrado en Pátzcuaro (mexico) en 1940, afianzó los conceptos de indigenismo que años más tarde se convertirían en políticas de Estado  y en paquete de normas y leyes, para reglamentar el tratamiento de los asuntos indígenas en Colombia.
Acaricuara
El comienzo de la década de los setenta, fue un tiempo de gran  agitación política en centro y Sudamérica, que marcó el surgimiento de los movimientos de autodeterminación de los pueblos indígenas de México, Perú y Ecuador. Los lideres y comunidades indígenas del país, inician también un proceso de organización y lucha, en torno de reivindicaciones concretas como el reconocimiento de su cultura, la devolución de sus territorios ancestrales y el derecho a participar en el desenvolvimiento político de las naciones.  Surge en el país organizaciones como el Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC y la Organización Nacional Indígena, ONIC, que logran de la UNESCO en 1978, la adopción de la Declaración sobre la Raza y los Prejuicios Raciales y establece “los derechos de los individuos y los pueblos a ser diferentes”. Así, los líderes indígenas del Vaupés se sienten animados por estas experiencias y con el apoyo de los Misioneros Javerianos, el 3 de diciembre de 1973 convocan la conformación del Consejo Regional  Indígena del Vaupés CRIVA, que asume el liderazgo en temas trascendentales como la constitución del Resguardo, la implementación de la educación intercultural bilingüe y el reconocimiento de la medicina tradicional y su inclusión en las planes de salud.
Fruto del trabajo realizado durante los años siguientes se constituye mediante la Resolución 086 de julio de 1982 proferida por el INCORA, el Gran Resguardo Indígena del Vaupés, con una extensión aproximada de 3.375.125 hectáreas. En su texto y como reconocimiento  al derecho de propiedad de los colonos sobre la tierra, se hace la sustracción de un área de 182 km2, para facilitar el establecimiento de las fincas y el desarrollo de proyectos productivos.
Posteriormente, en abril de 1988 se crea el Resguardo Yaigoje – Apapóris  por Resolución 035 con una extensión de 518.320 hectáreas, habiendo sido ampliado posteriormente gracias a la Resolución 006 de mayo de 1988 quedando el Resguardo conformado finalmente por una extensión de 1. 020.320 hectáreas.  
El resguardo Arara – Bacatí – Lagos de Jamaicuru en el noroeste del departamento, fue creado por la Resolución 080 de 1993 con una extensión de 264.800 hectáreas. 
Se configura así el territorio indígena más extenso y diverso de Colombia.      
  1. Cubeo
  2. Yurutí
  3. Wanano
  4. Tariano
  5. Tukano
  6. Siriano
  7. Carapana
  8. Desanos
  9. Ubicación de las tribus
    indígenas del  Vapés
  10. Piratapuyos
  11. Tuyuca
  12. Makú
  13. Bara
  14. Curripaco
  15. Makuna
  16. Cabiyarí
  17. Taibano
  18. Tatuyo
  19. Jupda
  20. Barasano
  21. Tetuama
  22. Pizamira
  23. Itanas
  24. Yuhup
  25. Carijona
  26. Tanimuca
  27. Matapí
  28. Yahuna



GEOGRAFÍA

Cerro  Tipiaca
Salto de las Golondrinas
Sobre el verde tapete de una inmensa floresta, apenas interrumpida a trechos por sabanas naturales, pequeños afloramientos rocosos y serranías cuya elevación no supera los doscientos metros, surcada por una extensa  red de ríos y caños, se extiende la geografía del Vaupés. En sus diversas formaciones y latitudes, la naturaleza exhibe una belleza primitiva que se manifiesta en magníficos escenarios, sólo perturbados por el trepidar de raudales, el crujir de sus aguaceros diluviales y la ruda vocinglería de su fauna.  El magestuoso raudal de jirijirimo al suroeste en límites con el Caquetá; el lago sagrado de Caparú, el más grande de la amazonía, sobre el río Apaporis al sur y en territorio del municipio de Taraira; los mil kilómetros que recorre el Vaupés y sus 64 cachiveras  desde su nacimiento en los linderos con el Guaviare, hasta su desembocadura en el río Negro en la frontera con Brasil; las apacibles aguas del río Papunagua en el norte donde comienza el territorio del departamento del Guainía, describen un territorio de singulares características topográficas. Los ancestrales paisajes del río Tiquié y el Papurí en donde sus gentes aún mantienen gran parte de su cultura ancestral y sus costumbres. Las serranías de Taraira y Machado y el cerro de Villa Fátima miradores de la inmensa planicie de color verde oscuro que en épocas de floración se viste de fucsia y amarillo.
Raudal de Jirijirimo
De sus 54.000 kilómetros cuadrado, sólo el 5% aproximadamente se dedica al uso de las diferentes actividades humanas como la agricultura y la ganadería en pequeña escala, los asentamientos de población, el aprovechamiento de maderas y la explotación del oro, el resto es territorio protegido como reserva forestal  por la ley 2ª de 1959.

PASADO Y PRESENTE DE LAS COMUNIDADES INDÍGENAS DEL VAUPÉS

Cuentan historias ancestrales que en el principio de los tiempos, una serpiente circundo por los ríos regando la vida y formando las etnias, gentes que poblaron después la tierra. era la gran anaconda que traía el comienzo de todo. Entonces, se fueron haciendo las comunidades, los clanes ocuparon su puesto y cada etnia recibió de su dios los elementos que les serían propios para su identidad y subsistencia: "al desana le dio Arco y Flecha; al tukano, pira-tapuya, waiyára y neéroa les dio la vara de pesca; al kuripáco le dio el rayo de yuca; al makú le dio la cerbatana y un canasto; al cubeo una máscara de tela de corteza". Después se construyó la maloka y se fabricaron utensilios, se establecieron cultivos, se navegó por los ríos y se formaron los pueblos.
Estudios realizados por la arqueología y la antropología en la región amazónica, han llegado a establecer a los primeros pobladores amazónicos una antigüedad de hasta  10. 000 años. El hallazgo de tierras negras con vestigios de haber sido laboradas durante largo tiempo, especialmente en la región de Araracuara, indican que ya para esa época en la Amazonía hubo asentamientos que tenían un estilo de vida sedentario. 
Contrario entonces a lo que podría suponerse, la región amazónica ha sido un territorio ocupado desde mucho antes del ingreso de los conquistadores y misioneros europeos. Lo dice la historia oral de los pueblos indígenas amazónicos y lo reconoce la antropología; los Kakua o Makú son la etnia más antigua de la selva amazónica, habiendo vivido durante un largo periodo de tiempo como nómadas recolectores y cazadores.
Con la posterior invasión de los Arawaks provenientes del norte, se dio el establecimiento de comunidades ribereñas, que adoptaron un estilo de vida sedentario, sustentado en el conocimiento que ellos traían de la cerámica y la navegación, de la arquitectura para la construcción de grandes casas la práctica de la horticultura y las técnicas en la transformación y almacenamiento de la yuca.
Los tucanos y los tarianas habrían incursionado tiempo después, según pasajes de la literatura oral, habiendo generado luchas y cambios en la ocupación de los territorios y estableciendo nuevas divisiones de los mismos,  hasta la llegada de los hombres “blancos” desde el otro extremo del mundo, cambiaría para siempre la historia de los pueblos nativos.
Y cuentas después los relatores de la conquista, que cuando los primeros expedicionarios europeos  Hernán Pérez de Quesada (1538) y Philip Von Hutten (1541) en busaca del famoso “Dorado”, remontaron el rio Negro y entraron a uno de sus afluentes, hicieron contacto con sus moradores ; eran los indios llamados Uaupés.  Posteriormente y según versiones documentales del jesuita Alexandre Rodriguez Ferreira y el expedicionario Alfred R. Wallace, los Uaupés, quienes habitaban a las riveras del río que tomó después su nombre, pertenecían a una etnia o grupo independiente de origen Arawak, que tenían dominio sobre ese territorio, que conocían el oro y lo usaban como piezas de adorno corporal y comercio de intercambio con otras tribus de la región amazónica.  Según lo refiere el mismo Wallace y se deduce de algunas imágenes plasmadas por sus dibujantes hacia 1800, los Uaupés era una raza de indios “altos, de una estructura maciza y bien formada, con piel color marrón, rojizo y uniforme”.  Su desaparición se atribuye a dos posibles razones, unas tardías relaciones antagónicas con sus vecinos o la aparición de epidemias que habrían diezmado  su población; lo cierto es que los llamados indios Uaupés, fueron enteramente asimilados por otros grupos y sus particularidades como etnia, desaparecieron por completo.
Desde entonces los pueblos nativos de la región amazónica han sufrido múltiples transformaciones sociales, culturales y de ubicación territorial. Luego de todo este proceso que cubre un periodo de más de cuatrocientos años, hoy en la región amazónica se reconocen más de cincuenta comunidades indígenas que representan el 70% de los grupos étnicos del país, 25 de los cuales viven en el Vaupés y constituyen más del 90% de la población que actualmente ocupa su territorio.
Aunque se comunican en múltiples lenguas y dialectos y sus cosmovisiones difieren en la forma de interpretar los orígenes, comparten un acervo cultural de raíces comunes que puede interpretarse a través de sus mitos de origen y sus leyendas.